Añadimos un pedacito de nuestros sueños como si nada más nos importase, y parecería que somos unos asquerosos ególatras, cuando en realidad, esas acciones están en nuestra naturaleza de propiedad intelectual. Tarde o temprano nos preocupamos del prójimo y recogemos los troncos que olvidamos en el pasado, troncos que muchas veces encontramos descompuestos por el paso del tiempo. Es bastante triste seguir el camino, dan muchas ganas de detenerse y mirar atrás, pero al final, sería más doloroso.
Después de matemática me voy a Viña, dejamos un final abierto muy amargo... Prefiero los finales cerrados, o en un mejor caso, escribir la segunda parte.
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