jueves, 14 de octubre de 2010

Concurrencia de una función.-

La vida que se nos presenta suele definirse como axioma, porque se asumen los protocolos que se instauran en pequeñas sociedades anónimas carentes de substancia. La matemática es muy adecuada para comparar el "modus vivendum" que tenemos los terranoides, con la máxima abstracción divina a la que llamamos origen y desarrollo: Al parecer todo queda determinado por infinitas funciones que detallan el paradero de variadas opciones circunstanciales. Esta analogía ha sido manoseada un incontable número de veces con el nombre de "destino".

Existe entonces un determinismo en cadena que otorga una respuesta a cualquier pregunta. (Le llamaremos por conveniencia Dios, pero aclaro: No se tratará del Dios habitante del paraíso, o de la Biblia, o el responsable de la paranoia humana... Tal deidad ya es definición circular, es decir, sólo parte de un folklore que ha ido cayendo poco a poco por su propio peso. Entendiendo esto, he sido capaz de percibir lo hermoso que es hacer cosas buenas sólo por querer hacerlas en lugar de hacerlas sólo por querer ganarse un puesto en el paraíso.) 
Aún cuando seamos capaces de obtener una respuesta que nos satisfaga a cualquier cuestión, no estoy del todo seguro de si queramos conocer (por no decir, si estemos preparados) la naturaleza de nuestro entorno en un 100% de profundidad. Aún cuando aparentamos estados de máxima iluminación, aceptamos que hay un modelo de existencia que hay que obedecer: y seguimos con el cinismo de pensar que somos absolutos, mas no solo polvo energético.

Este desinterés inducido se ve claramente reflejado en los medios de comunicación: En este país aún existe la tala de bosques, mapuches, campos de concentración de animales, homosexuales, trabajadores esclavizados, una educación que se ha tramitado, y que se ha dejado en enésimo plano, una muy escasa legislación de los recursos ambientales, y nula preocupación por nuestra misma especie. No tan solo hay 33 mineros enterrados sino que hay muchísimos temas que nos hemos encargado de enterrar, probablemente por el miedo a lo que una verdad tal, muy probablemente diferente a la acostumbrada, nos podría provocar.

Volvemos a la vida que se explica a través de la matemática, la función, el destino y la participación de Dios. Al parecer, vivimos en una recursividad constante. Lo que está pasando no es más que una consecuencia inversa de lo que fue un futuro próximo.

Yo he preferido por mientras mantenerme en mi cinismo sano de no interrumpir lo que el principio de mínima energía provoca (que no se mal entienda ni parezca inconsecuente de mi parte este último postulado: estoy muy consiente de lo que está sucediendo a mi alrededor; pero vivir con música de fondo no suena nada de mal)
No ostante a ello, el momento de actuar es el más indicado cuando uno está preparado para enfrentar cualquier situación o escenario. Cuando me sienta es esas cábalas, entonces intentaré cambiar lo que nunca nadie ha intentado ni mucho menos ha logrado.

Con todo lo anterior este humilde hablante lírico (que como en clases de PSU de Lenguaje me han dado a entender: Jamás coincide con el autor del texto) ha querido compartir, explícitamente, su pasión por los números. Pero no os frustréis; Entradas como estas serán muy poco frecuentes. La autenticidad de ésta se debe a su caracter de primera. Declaro entonces que, aunque encanta la matemática, de ninguna manera permitiría que mi vida se volviera pura matemática; no me interesa que sólo existieran en ella incógnitas sin resolver, ni me interesa tampoco que toda trascendencia propia sea netamente aplicar fórmulas experimentadas por terceros... Esas materias se las dejo a Dios; Él me las contará más tarde.

1 comentario:

  1. Me gusta que hayas decidido explorar tu mundo desde las diversas cámaras que tienes disponibles en infinitos ángulos. Te felicito, eres un gran hombre.

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