jueves, 17 de febrero de 2011

Érase una vez en una sociedad hostil.-

Desde que somos pequeños, la gente tiende a agruparse. Muy seguramente esta conducta tan humana nace de la necesidad de sentirse protegidos o amparados por personas parecidas a uno, y bajo una manta de comprensión y aliento ajeno. Claro está: Esto nos proporciona todo el coraje necesario para hacer las cosas en las que creemos con una cierta aprobación colectiva. No obstante, este recurso de protección no es gratis, ya que sentirse miembro de un conjunto de relaciones humanas implica aceptar una serie de reglas tácitas; y como tales reglas son puestas por gente que a la larga es parecida a uno, no se supone que serán tan radicales a nuestra forma de regularnos.

¿Qué sucede entonces, cuando, por ejemplo, la individualidad de cada quién está siendo comprometida con la presencia de dichas leyes? Existen dos cosas que se pueden hacer: O bien se derogan, o bien el individuo abandona su colectivo.

Durante los primeros días en que tengo conciencia vi emparejados hombres con mujeres en diversas relaciones amorosas. Me llamaba profundamente la atención que dos hombres o dos mujeres no se pudieran amar más allá de una amistad, pues, de suceder, estos se convertirían en maricas, gays, colifletos, o si queremos utilizar un eufemismo en esto: Homosexuales. "De sólo escuchar todos estos términos imágenes negativas vienen a tu mente". (Así se supone es como yo debería haber pensado según lo que la masa me decía) Pero para la desgracia de ésta, era justamente eso lo que yo era, es decir, me tocó asumir desde muy temprana edad que mi vida sería más difícil que la del resto.

Cuando a los 15 les dije a mis papás que me gustaba un compañero y no una amiga como se suponía que debía ser, yo inmediatamente pasé a apellidarme 'gay'. Para el mundo, yo debería frecuentar fiestas, tener sexo con chicos en una densidad de 20 por semana, amar a Madonna, marcar las 's' como 'z', vivir tocando un piano en un burdel de mala muerte y tener SIDA, sólo por el hecho de querer darle un beso a una persona quien entre las piernas lleva lo mismo que yo. Todas esas cualidades me eran automáticamente asignadas en un cómodo pack gratuito.

Yo no soy así. Quiero ser libre, y poder darle la mano a un hombre en la calle sin temor a que un homófobo me asesine por ello. Tengo ideales de un mundo muy utópico, tal como la mayoría de los jóvenes. Conocí el discurso de Movilh y mums y me pareció noble, seguían la línea que llegaría a la meta de un mundo con igualdad de derechos para todos, sin importar sexualidad. Me sentí amparado por estos grupo, y tal como lo describía al principio, con la seguridad de decir quien era sin miedos.

Con todo ese espíritu, asistí a una marcha del orgullo gay, que en este caso, la organizaba mums. Encontré personas haciendo todo lo contrario a lo que las personas en lo cotidiano hacen. Digo, ninguna mujer anda por la calle enseñando sus senos, ni ningún hombre mostrando su peludo trasero; y critiqué aquello. Haciéndolo fui cuestionado en mi calidad "progresista" y "revolucionaria", se me acuso de que no comprendía que ellos tienen el derecho de hacer lo que quieran con sus vidas sin preguntar a nadie. Yo estaba muy de acuerdo con ese postulado, pero, si estaban reclamando con esa marcha (que más que marcha parece carnaval de festejos) ser aceptados dentro de la sociedad sin discriminación y como las personas 'normales' que son, entonces el camino que se eligió para ello no es el adecuado, puesto que consigue todo lo contrario al fin planeado.

Yo soy parte de ese grupo contradictorio. En esa marcha no se mostraba nada del trabajo que miles de científicos gays han realizado tan bien como nuestras contrapartes héteros, ni tampoco el aporte al vademécum cultural que día a día nace de personas como nosotros. Todo eso se vulgarizaba en 5 segundos y caía, ridiculizado, en la opinión pública. Insisto, yo era parte de ese grupo; y no podía derogar esa manera banal y agresiva de conseguir aceptación. La aceptación nace de procesos lentos, y con prioridades marcadas por la calma, paciencia, y mucha MUCHA educación. Como no podía cambiar la ley del grupo que dictaba actuar como payaso cada Septiembre, me declaré fuera del contexto.

Más tarde, visitando páginas como las de movilh, u otros colectivos "gay friendly" me di cuenta que era más de lo mismo que vi en esa marcha; Sólo la problemática que ya conocemos: Nos discriminan, y tratando de ser aceptados empeoramos el asunto. Una lástima.

Se conoce el problema, pero es poco lo que se propone como solución. Abundan las denuncias, pero los proyectos de mejora escasean. Realicé otro problema mayor: Existe un egoísmo muy grande y una falta de prioridades que se origina en este tipo de agrupaciones. Hoy hay problemas mucho mayores que el matrimonio gay en el mundo como para preocuparnos de ello, y este egocentrismo no está permitiendo ver con claridad que si colaboráramos con otras causas, no sólo estaríamos siguiendo un plan ordenado de mejoras en la calidad humana en general, sino que además, limpiando el nombre que se ha dejado a una "comunidad" que está en lo más bajo de la pirámide de privilegios. "¿Pero para qué preocuparse del mundo en su totalidad, si sólo los gays somos discriminados? Sólo nosotros necesitamos una 'ayuda'" Es justamente ese el mensaje que aprecio de los infinitos puntos que aparecen a diario en la red.

Se ha perdido el sentido de persona bajo tildes de índole sexual. A mi gusto, una de las cosas más humillantes que le puede pasar a la raza humana.
También, se ha olvidado las causas más inmediatas por otras que atienden sólo a aceptaciones legales y divinas que certifiquen y sellen de manera placentera el estar enamorado.
Definitivamente no marco las s como z, ni vivo tocando piano en un burdel, ni me gusta madonna, ni tengo SIDA. Yo soy un hombre con valores que busca soluciones desde su punto de vista. Trato de que las personas conozcan al tipo que llevo dentro para que vean que no hay ninguna diferencia entre un yo gay o un yo hétero. Así se cambia de a poco las cosas. Por eso, me molesta enormemente que este pequeñito pero arduo trabajo que llevo haciendo se eche a perder con un montón de planteamientos abruptos y poco empáticos. Estamos hablando de educar a la gente, no de violentarla.

Me han dicho que me gusta actuar como un 'hétero'. Ahí vamos de nuevo, no es que actúe de A o de B, es sólo que no me agradan los estereotipos. Soy yo.

Un poco molesto, me despido.
Atte.

3 comentarios:

  1. una contradicción. (somos gays, o personas?)
    un estereotipo.
    un egoísmo.

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  2. Me gustó mucho lo que has escrito. Ser homosexual o héterosexual es una característica más en cada uno de nosotros, y no por eso vamos a cambiar toda nuestra forma de ser. Recuerdo lo que me dijiste en Meiggs, lo de los lentes: con o sin ellos eras el mismo, ¿por qué con las gafas puestas parecerías gay?
    Gracias por recordarme que, independientemente de lo que pensemos, jamás debemos dejar de ser nosotros mismos :) Un abrazo, David.

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  3. Agradable volver a leerte David. Sobre todo bajo esta temática, somos personas no gustos (o sí?).
    Tantas cosas que sentir,
    un abrazo.

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