domingo, 17 de abril de 2011

Parábola.-

No hay ya necesidad de volver... Es ahora un viaje sin percances.
Yo en esa época no sabía que todo era bidireccional. Había escrito esto:


"No hay un Dios que no te deje lo esencial y esensual de la vida en la puerta de tu casa. Y toda espera luego vale la pena cuando el correo trae cartas escritas con lápiz permanente.
Pero, ¿Qué hace que estas cartas sean las que leemos?
El viento que sopla y sopla acarrea material; Algunos pasan y otros los tomas.
Cuando agarras lo que estabas buscando, no necesitas seguir con las manos arriba, porque estarán tan ocupadas acariciando el nuevo regalo de la naturaleza.
Somos nosotros mismos en un huracán, quienes ciegan nuestras esperanzas. Nos brinda aliento en lo profundo, y se torna una imagen divina. Nosotros cambiamos en el tiempo, y nos adaptamos a las nuevas eras. Juntos. Te sostengo de la cintura muy fuerte, pero no estoy en mi condición melancólica capaz de quitar este antifaz. En el caos tú me miras, y sólo me miras. Esperas que el sol llegue a ti como siempre lo hace, confiado de que la Tierra gira por la inercia natural. Que ese sol llegue luego y sin más.
No te das cuenta que ya llegó, y que si no comienzas a caminar hacia el oeste, aunque sea de a muy poquitito, lo más probable es que luego de una par de horas veas el crepúsculo más hermoso de toda la eternidad, y lo veas como el último rayo de luz que te ilumina antes de una noche perpetua."

Estuve a muy poco de renunciar, y arrojarme a la vida del amor sustancial.
Tus ojos respondieron a los míos, y afrontaron juntos toda prueba que la vida ha puesto.
A tu lado, me siento absolutamente en paz. A tu lado encuentro esa paz que nada puede alterar.

Te voy a proteger, siempre. Te voy a cuidar de todo mal que merodee en lo próximo, o en lo temporal. Voy a cuidarte en este mundo, y también en el otro.

Te concedo mi vida. Ya no soy. Ahora somos.

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